Colombia ha vivido en los últimos sesenta años en medio de uno de los conflictos sociales armados más complejos y trágicos del mundo. Ha sido prolongado, pero, además, ha involucrado a múltiples actores con un carácter multidimensional y multifactorial debido a la superposición y la articulación de conflictos de distinta naturaleza, con una enorme dispersión territorial y una gran fragmentación de los propios grupos enfrentados. Las enormes diferencias regionales en razón a las heterogéneas formas de poblamiento y ocupación de la tierra, han favorecido la persistencia de grupos armados en ciertos lugares del país con una oprobiosa concentración de la atrocidad en algunos territorios como el Magdalena Medio (Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, 2015).